martes, 23 de febrero de 2010

cOmo mE saLvE dEl agUaceRo De bUeNoS AiRes!!

El otro día abrí los ojos y creí que estaba en Venecia. Había agua por todos lados y la gente se trasladaba en pequeñas embarcaciones a través de las calles. Se convirtió en algo completamente normal, el mojarte para cruzar al otro lado. Cuando no tenias tu balsita, te tocaba caminar con el agua que te cubría por encima de las rodillas. Pero de repente, empecé a observar con más atención y me di cuenta que realmente estaba en otro lugar. Nunca imaginé que la gente se iba a tener que transportar en balsas para cruzar calles porteñas acuáticas. Cayó tremendo palo de agua, ese día en Buenos Aires.

Salí de mi casa y ya llovía con mucha fuerza. Pensé que si iba en el subte iba ir con mucha rapidez a mi destino. Pero cuando llegué al subte, me enteré que todas las líneas estaban cortadas. Ahí fue cuando me di cuenta que realmente la lluvia de ese día, iba a ser cosa seria. Subí las escaleras con rapidez y me dirigí a buscar otra forma alternativa de transporte. Cuando salí a la superficie, era un caos total. Llovía con más fuerza, los taxis no paraban y aceleraban en los charcos de agua y las paradas de los colectivos, tenían colas de espera de 2 cuadras. El movilizarse ese día, se iba a convertir en un verdadero reto y en una completa aventura.

Me puse pilas y pensé en una ruta alternativa por donde pasasen más buses. Luego de que pasaron 2 colectivos a reventar y no se detuvieron, pensé que de ley el tercero me iba a llevar, o yo me iba a subir como fuese. Luego de un par de empujones, apretujones y desesperación de la gente, pude finalmente embarcarme en el colectivo acuático. Había full tráfico ese día y cada vez llovía con más fuerza. No sabía porque llovía tanto y me sorprendió ver que la ciudad no estaba preparada para ello. Las calles empezaron a inundarse poco a poco y cada vez que el bus avanzaba, se movía un pequeño grupo de olas de lodo y desperdicios.

Logré cruzar hasta la mitad de mi trayecto, cuando el bus no pudo avanzar más. La calle estaba inundada y el paso estaba interrumpido. Algunos marineros empezaron a aparecer en la superficie, yo no podía creer lo que estaba viendo. La gente se empezó a desesperar y se bajó del bus para luchar contra la corriente de agua puerca. Parecía un grupo de sapos que se trasladaba a través de un pantano, al alejarse del bus. El busero astutamente dió media vuelta y empezó a buscar una ruta alternativa. Quiso tomar diferentes caminos, pero aún asi no podíamos cruzar. Todas las calles trasversales estaban sumergidas bajo el agua.

Tras buscar varias rutas de escape frustadas, el busero paró frente a uno de sus panas de la misma línea de buses y le propuso un plan de escape. –¿Che boludo, nos lanzamos en contramano por Libertador?, es la única forma de salir de este quilombo- Las cosas se empezaron a poner bravas, la gente se empezó a meter en contra vía en una de las principales avenidas de Buenos Aires. Todos querían movilizarse como sea a través del diluvio. Yo no podía creer lo que estaba viviendo. Solo respiré y pensé en que hallamos optado por el camino correcto.

El tráfico empezar a detenerse nuevamente, cada auto empezó a trazar su propia ruta, sin importarle el sentido de la vía. Cuando el bus se quedó estancado, me uní a un grupo de gente que se lanzó a dar pasos bajo el agua. Caminamos un poco y logramos salir del relajo acuático. Habíamos casi cruzado la ciudad en 3 horas, cuando normalmente te toma apenas media hora. El zambullirnos en un poco de agua no nos iba a caer nada mal. El diluvio ya era algo normal, ahora un nuevo reto se nos presentaba encima.

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