lunes, 29 de marzo de 2010

coMo mE cOnvErTi eN eL uLTimO pAsAjERO!!

Alguna vez te ha pasado que te metes apuradazo al subte o al tren? A veces te tienes que meter como sea y no puedes esperar hasta que pase la próxima oportunidad. Hay algunas ocasiones donde ayudas a un amigo a salir o entrar con mucha rapidez del tren. Sin embargo estas personas pueden pensar que lo estas empujando bruscamente, pero simplemente no pueden ver lo que tu quieres hacer por ellos. Pero lo que si es cierto, es que el tiempo es algo muy preciado, que sin darnos cuenta cuidamos a capa y espada. Nunca sabes lo que puedes llegar a hacer con un par de minutos más.


El otro día me estaba yendo a juntarme con un amigo. Íbamos a jugar un torneo de play a lo bestia así que yo estaba super contento. Llegué muy cansado del trabajo ese día asi que decidí tomar una siesta antes de salir, para no quedarme jatazo. Cuando partí camino a la casa de mi amigo, salí apuradazo, sabía que iba que tenía que hacer lo imposible por alcanzar el último tren. Cruzar la ciudad en subte es algo que te ayuda a ahorrar muchísimo tiempo y no tenía ganas de coger un bus ese rato.


Empecé a bajar las escaleras con prisa. Había otras personas que se apresuraba detrás de mí. Probablemente no fui el único que hizo cálculos matemáticos precisos para saber cuando iba a pasar el tan esperando tren. Cuando iba por la mitad de las escaleras la sirena del subte empezó a sonar con fuerza, las puertas estaban por cerrarse en mis narices. Yo no me iba a vencer, tenía que subirme a ese vagón. Unas chicas que iban delante de mí, empezaron a correr con todas sus fuerzas. Me sentía parte de una gran masa humana que se trasladaba hacia las rieles.


A lo que doblamos la esquina y las puertas empezaron a cerrarse, buscamos más fuerzas para dar el último empujón. Habíamos corrido a toda velocidad para llegar, teníamos que hacer lo imposible por embarcarnos. Una compañera de la lucha decidió probar su vieja puntería. Ella no podía perder el tren esa noche y estaba dispuesta a sacrificar algo a cambio. De repente agarró sus libros y los lanzó con todas sus fuerzas dentro del tren. Yo no sabía lo que esta loca estaba tramando. Los útiles escolares salieron volando por los aires y fueron apachurrados por la puerta corrediza. La alarma del tren volvió a sonar con fuerza y las puertas se abrieron nuevamente. Una nueva oportunidad se avecinaba para nosotros.


La chica dio un gran salto y se zambulló literalmente antes de que se cerrase la puerta. Yo iba unos pocos pasos detrás de ella, pero sabía que un par de metros en cuestión de segundos eran leguas lejanas hacia el infinito. No traía mis libros conmigo para trabajar la puerta del tren, pero algo se me tenía que ocurrir. A lo que la chica cruzó la puerta, me lancé con todas mis fuerzas para poder entrar. Las puertas del tren se cerraron, abruptamente, pero mi hombro y el abrigo de la chica quedaron atravesados en el umbral. Yo sabía que había conseguido mi objetivo, el tremendo conazo que le metí a la puerta, hizo que la alarma sonase y que las puertas volvieran a abrirse. La gente nos miraba como locos, pero ella y yo no decíamos nada y sonreíamos con gratitud. El subte no nos pudo vencer ese día, cerramos nuestra hazaña con broche de oro y demostramos cuando el tren empezó a mover, que la viveza criolla, vale más que mil palabras.

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