jueves, 8 de octubre de 2009

como SOBREVIVI a MI sEgUnDO ACCIDENTE en bus

Siempre me ha dado recelo viajar en bus. No se si será porque no confío en los choféres, o porque simplemente me da desconfianza el transporte público. Hay demasiadas oportunidades para ofrecer un servicio más seguro a los pasajeros. Nunca me imagine que iba a sobrevivir a un accidente en autobús. Fue algo que me marcó para siempre. Pensé que nunca jamás me podía volver a ocurrir algo así. Talvez estaba demasiado seguro de lo que me iba a deparar el futuro.

Hace un par de años me fui a México. Iba de vacaciones a visitar a mi prima y a una amiga. Mi amiga vive en Guadalajara, así que tenía que viajar en autobús desde el DF hasta allá. No me hacia mucha gracia viajar en autobús una distancia tan larga. Pero el pasaje de avión salía muy caro y yo tenía que aprovechar al máximo mí tiempo en la tierra del tequila. Así que decidí tomar un camión. Me parecía muy chistoso que a los autobuses les digan camiones. Yo sabía que estaba por emprender un viaje que nunca me iba a olvidar.

El viaje estuvo de lo más augusto. Me dieron de comer rico y pude dormir un rato. Estaba descansando muy placentero cuando sentí un movimiento muy brusco en el bus. No sabía si el chofer estaba practicando alguna maniobra sorpresa, pero debido a mi vasta experiencia pasada, decidí ponerme en posición de impacto. Yo seguía medio dormido, pero me aferré con todas mis fuerzas al asiento delantero. Cerré los ojos y pensé en blanco por muy minuto. No sonaba nada. Nadie se movía. Pero de pronto sentí todo el impacto. No podía creer que esto me estaba sucediendo una segunda vez.

En esta ocasión tuve un poco más de suerte. No salí disparado de mi asiento como en mi primer accidente en autobús. Me agarré con tal fuerza al asiento delantero, que tenía los brazos amoratados y había gastado el taco de mi zapato. Hay un momento en un accidente automovilístico que llama mucho mi atención. Justo después del impacto, hay un momento sepulcral, a la gente le toma un par de minutos asimilar lo que está sucediendo. Cuando reaccionan, empiezan a gritar, a llorar o desesperase por salir de esa situación. Como yo me encontraba en México, la gente empezó a gritar en mexicano. -No mames guey- escuche decir por ahí. -Pinche chofer cabrón, casi nos matas- seguía reclamando la gente. Yo también empecé a expresarme. Por mi acento ecuatoriano no era capaz de emitir palabras neutras. Cada uno gritaba lo que le salía, pero todos teníamos algo en común. Estábamos ansiosos por escapar del autobús.

-Guey, tenemos que calmarnos y salir de esto juntos- fue el grito inaugural del líder de la escena de acción. Empezamos a golpear la pinche salida de emergencia, pero no quería abrirse. Pateábamos con fuerzas las ventanas pero no podíamos romperlas. Nos entraba aún más la desesperación. No podíamos escapar del bus y no sabíamos cuál era la situación en el exterior. Unos compañeros de la lucha pudieron abrir finalmente la ventolera del chofer. Empezaron a salir uno por uno y empezaron a sacar de la misma manera al resto. –Déjese caer- me dijo un señor. –Tiene que estirar su cuerpo y lo sacamos como al resto- Era un verdadero trabajo en equipo, cada persona que lograba salir del autobús, continuaba sacando a los demás.

Había gente muy golpeada y herida, pero logramos sacar a todas las personas con vida del bus. Estábamos muy preocupados porque había mucha gente que gritaba del dolor. Respirábamos para calmarnos, sabíamos que la ayuda venia en camino. Me hice pana de un tipo que salió después de mí. Eran las 3 de la mañana, estábamos tirados en el medio de la nada y estábamos todavía a 2 horas de Guadalajara. Le dije a este man que teníamos que hacer algo. Que vayamos a recuperar las maletas y busquemos alguna forma de retomar nuestro camino. El pana amante de los tacos, me dijo que necesitábamos hacer un grupo más grande para buscar las maletas. Que si abríamos el compartimento solo los dos, iban a pensar que estábamos tratando de robarnos las cosas. –Ahí si vienen y nos chingan, guey- me dijo mi nuevo pana.

Levanté la puerta del compartimento de equipaje, para que el pana saque su maleta. Cuando llego mi turno, me quedé paralizado. No podía creer lo que tenia frente a mis ojos. –Pos, dale guey, que pasa- me dijo el hombre. Yo me quede atónito de lo que veía. –Tu dedo, broder, tu dedo- le dije de repente. Cuando el hombre regreso a ver su dedo, se dió cuenta de todo lo que pasaba. Mi cara de asombro no era para más, se había despellejado el dedo y lo tenía colgando solo por la piel. Un chorro de sangre empezó a salir de repente. La fuerte impresión que tuvo el pobre hombre, le produjo un momento de shock. Yo me saqué la camiseta y le hice un torniquete a presión, fue la mejor forma de detener la hemorragia.

Eran las 4 de la mañana. Estaba caminando por la carretera, golpeado, muy cansado y con un nuevo amigo mexicano que llevaba colgando su dedo. Cuando se reanudó el tránsito, los buses empezaron a circular. Paraban y levantaban a todos los sobrevivientes del accidente. Un choque de 4 buses no era algo que sucedía todos los días. Cruz roja, cruz verde, bomberos, policías y curiosos, fueron los invitados a presenciar este evento. Cuando llegamos a Guadalajara ofrecí llevar a mi amigo al hospital. El tipo me dijo que me quede tranquilo, que se las arreglaba solo, que yo ya había hecho bastante para salvarle su dedo.

Me senté a esperar en la estación de buses a que mi amiga venga por mí. Estaba fumando un cigarrillo para calmarme. Estaba tan nervioso que no sabía si era permitido fumar donde yo me encontraba. Pero no me importaba nada. Necesitaba relajarme un poco. Me estaba dando cuenta que estaba en un país totalmente desconocido. Fui sobreviviente de un accidente en autobús por segunda vez. Eso no le pasa a cualquiera. Mi amiga no me iba a creer todo lo que tenía que contarle. Pero tenía que hacerle saber que todo esto no fue pura casualidad. Ni yo mismo se porque me suceden estas cosas.

3 comentarios: